Entre una de mis manías/vicios está la de guardar revistas y recortes. Gracias a ello puedo presumir de ser el feliz poseedor de todos los números de la edición española de Rolling Stone o de tener el 95 % de los números de Efe Eme (en papel o digitales). Una de las posibilidades que esto me dá es la de copiar indiscriminadamente de ellas posts para mi blog que además puedan tener interés para los demás sin tener que recurrir a mis cansinas peroratas. Así pues, a partir de ahora seleccionaré unos cuantos artículos, bien por interés o bien por curiosidad para que podais disfrutar de ellos. Y ahí va el primero.
El artículo en cuestión salía en el número 50 de Rolling Stone (Diciembre de 2003) y realizó una curiosa prueba: Poner a tocar en el metro a tres cantautores contrastados. Ismael Serrano, Quique González y Javier Alvarez. Voy a reproducir únicamente la parte referente a Quique González. El resto curraroslo y adivinar como acabó cada uno. Saludos.
“Le proponemos a Quique un pasillo frío y solitario de la estación de Bilbao y a una hora nada concurrida (11 de la mañana). Llega solo, con su guitarra y su armónica. Acepta el reto, pero antes de arrancar apura un café.
Le cuesta un poco comenzar. Se coloca en el cuello un artilugio de alambre para sujetar la armónica y así tener las manos libres para tocar la guitarra. Comienzan a sonar las canciones. Imagen y contenido de músico auténtico. Barba, melena tapándole el rostro, piernas inquietas, voz emocionada... Pasa poca gente. Abuelos, señoras, extranjeros. Por supuesto, no le reconocen: no es el público de este cantautor de culto. De momento no caen euros.”Igual debería abrir la funda de la guitarra”, propone.
Suenan Pájaros mojados, Día de feria, las del nuevo disco, Kamikazes enamorados... La imagen es emocionante. Quique se entrega a una audiencia insospechada.: una pared sucia, una papelera llena de colillas y gente al trote. “Si estoy cantando me encuentro bien”, dice. Pasa una joven con su madre del brazo. La chica mira a Quique y busca en el bolso... pero pasa de largo. Al rato vuelve y deja las primeras monedas: 90 centimos.
“Si lo sé me traigo los discos al metro”. Lo dice Quique y habla de sus propios discos. Es lo que lleva haciendo desde hace un año, cuando rompió con lamultinacional a la que pertenecía. Lo cuenta: “La situación es surrealista. Como los discos les pertenecen, se los tengo que comprar y luego venderlos en mis conciertos. El primer día que fui a comprarlos, la recepcionista, que no estaba al tanto, me dijo: “Venga ya , Quique, a ti te los regalan:¡si son tuyos!”. Pero no, los pago, aunque me los dejan baratos”.
Una hora ya desde que Quique comenzase su actuación en el metro. El panorama no ha cambiado. Pasan unos orientales y le miran de soslayo, pero siguen a su rollo. Un tipo con el movil se sorprende de que haya cobertura y comenta a su interlocutor algo de quedar por la noche... Quique no para de cantar su poesía profunda. Atención, sorpresa, un señor de unos sesenta arroja una moneda de 10 centimos.
Hora de recoger. La recolecta ha sido pobre(un euro justo), pero la experiencia enriquecedora. “Me gusta tocar, cualquier sitio es bueno. Cuando no tienes que hacerlo por dinero está bien. Supongo que no será tan agradable para la gente tocar en el metro para poder comer”.
Quique señala que no le ha sorprendido que nadie le reconociera. Asume su cartel de músico de minorías (selectas):”Lo que me sorprendió fue que ayer, al ir a votar [las elecciones a la Comunidad de Madrid], una mujer de la mesa electoral me reconociera”. Comenta que coge el tubo con frecuencia, que es el medio de transporte mas rockero. Y que se liga, pero ocularmente: “Si te gusta alguna chica del vagón seguro que se baja en la siguiente parada, que, por supuesto, no es la tuya. Me quedo con la canción de La Cabra:”Es la falta de amor la que llena los bares... y el metro”.
El artículo en cuestión salía en el número 50 de Rolling Stone (Diciembre de 2003) y realizó una curiosa prueba: Poner a tocar en el metro a tres cantautores contrastados. Ismael Serrano, Quique González y Javier Alvarez. Voy a reproducir únicamente la parte referente a Quique González. El resto curraroslo y adivinar como acabó cada uno. Saludos.
“Le proponemos a Quique un pasillo frío y solitario de la estación de Bilbao y a una hora nada concurrida (11 de la mañana). Llega solo, con su guitarra y su armónica. Acepta el reto, pero antes de arrancar apura un café.
Le cuesta un poco comenzar. Se coloca en el cuello un artilugio de alambre para sujetar la armónica y así tener las manos libres para tocar la guitarra. Comienzan a sonar las canciones. Imagen y contenido de músico auténtico. Barba, melena tapándole el rostro, piernas inquietas, voz emocionada... Pasa poca gente. Abuelos, señoras, extranjeros. Por supuesto, no le reconocen: no es el público de este cantautor de culto. De momento no caen euros.”Igual debería abrir la funda de la guitarra”, propone.
Suenan Pájaros mojados, Día de feria, las del nuevo disco, Kamikazes enamorados... La imagen es emocionante. Quique se entrega a una audiencia insospechada.: una pared sucia, una papelera llena de colillas y gente al trote. “Si estoy cantando me encuentro bien”, dice. Pasa una joven con su madre del brazo. La chica mira a Quique y busca en el bolso... pero pasa de largo. Al rato vuelve y deja las primeras monedas: 90 centimos.
“Si lo sé me traigo los discos al metro”. Lo dice Quique y habla de sus propios discos. Es lo que lleva haciendo desde hace un año, cuando rompió con lamultinacional a la que pertenecía. Lo cuenta: “La situación es surrealista. Como los discos les pertenecen, se los tengo que comprar y luego venderlos en mis conciertos. El primer día que fui a comprarlos, la recepcionista, que no estaba al tanto, me dijo: “Venga ya , Quique, a ti te los regalan:¡si son tuyos!”. Pero no, los pago, aunque me los dejan baratos”.
Una hora ya desde que Quique comenzase su actuación en el metro. El panorama no ha cambiado. Pasan unos orientales y le miran de soslayo, pero siguen a su rollo. Un tipo con el movil se sorprende de que haya cobertura y comenta a su interlocutor algo de quedar por la noche... Quique no para de cantar su poesía profunda. Atención, sorpresa, un señor de unos sesenta arroja una moneda de 10 centimos.
Hora de recoger. La recolecta ha sido pobre(un euro justo), pero la experiencia enriquecedora. “Me gusta tocar, cualquier sitio es bueno. Cuando no tienes que hacerlo por dinero está bien. Supongo que no será tan agradable para la gente tocar en el metro para poder comer”.
Quique señala que no le ha sorprendido que nadie le reconociera. Asume su cartel de músico de minorías (selectas):”Lo que me sorprendió fue que ayer, al ir a votar [las elecciones a la Comunidad de Madrid], una mujer de la mesa electoral me reconociera”. Comenta que coge el tubo con frecuencia, que es el medio de transporte mas rockero. Y que se liga, pero ocularmente: “Si te gusta alguna chica del vagón seguro que se baja en la siguiente parada, que, por supuesto, no es la tuya. Me quedo con la canción de La Cabra:”Es la falta de amor la que llena los bares... y el metro”.